Cuando Manuel Navarro tuvo la seguridad de que la imagen le pertenecía, se la llevó a su casa, y todos los años, para celebrar su fiesta, la trasladaba a S. Juan del Hospital el día de su fiesta como recordatorio. Años después, en su testamento, se la dejaba a todas las personas del barrio, y desde entonces se la van turnando. Es una preciosa y conmovedora y casi única, costumbre tradicional.